A lo largo del siglo XVII, las farmacias disponían de un armario decorado y de pequeñas dimensiones, que tenía varios cajones. Su estructura podía tener forma hexagonal o heptagonal y, tradicionalmente recibió el nombre de "ojo de boticario" o "cordialero", donde el boticario guardaba las drogas o medicamentos más valiosos o de difícil obtención, como albarelos con drogas peligrosas, sustancias tóxicas, piedras preciosas, frascos de vidrio con productos exóticos, o drogas que por alguna circunstancia, resultaban caras.
A partir del siglo XVIII y a lo largo de los siglos XIX y XX, este mueble comenzó a albergar otros productos tóxicos, venenos y medicamentos estupefacientes que requerían una custodia más estricta que el resto de especialidades de la farmacia.
Una pedrada en el 'Ojo de boticario' sería el colmo de la desolación para el farmacéutico en caso de ataque o rotura de este valioso mueble, ya que no podía dar en un sitio más preciso e importante de la farmacia, aparte de los propios ojos del farmacéutico. Expresa acierto, precisión.