martes, 20 de septiembre de 2016

Plantas medicinales conventuales del libro 'El nombre de la rosa'

Retomo las entradas en el blog, hablando de uno de mis libros preferidos El nombre de la rosa, cuyo autor Umberto Eco ha fallecido a principios de este año.
Recupero los fragmentos del libro donde aparecen algunas de las plantas medicinales usadas en esta abadía del siglo XIV, y que ilustra magníficamente la medicina y botica de la época medieval.

En los monasterios del siglo XIV se encontraba la ciencia más avanzada, con las traducciones e ilustraciones de los libros de los clásicos como Aristóteles, Hipócrates, Dioscórides, Galeno y otros muchos realizadas en el scriptorium, conformando así, las excelentes bibliotecas sobre plantas medicinales y textos médicos (además de otras muchas materias) de los monasterios.

Además, en los monasterios se preparaba una zona del huerto* donde se cultivaban las plantas medicinales más habituales y poseían una habitación donde se secaban y guardaban esta plantas, llamada pocionario. Esta habitación solía estar llena de  alambiques, morteros, balanzas, instrumentos de vidrio y loza, frascos, jarros y vasijas con diferentes preparaciones, pócimas y compuestos que previamente el monje herbolario (boticario) había elaborado a partir de la extracción de los simples (plantas medicinales).
Luego, los monjes herbolarios redactan los ‘hortulis’, ‘horti’ y ‘hortus sanitatis’ para enseñar a otros monjes la elección, el cultivo y la recolección de plantas medicinales.

(Foto: Daniela Schabenstiel)

En El nombre de la rosa, el monje herbolario es Severino da Sant’Ernmerano, que además, estaba a cargo del huerto, de los baños y del hospital de la abadía donde se centra la aventura del monje franciscano Fray Guillermo de Baskerville y de su discípulo, el novicio Adso de Melk.




* “(…) Después del portalón (que era el único paso en toda la muralla) se abría una avenida arbolada que llevaba a la iglesia abacial. A la izquierda de la avenida se extendía una amplia zona de huertos y, como supe más tarde, el jardín botánico, en torno a los dos edificios -los baños, y el hospital y herboristería- dispuestos según la curva de la muralla.

Seguidamente os muestro los capítulos donde aparece el monje herbolario hablando con Guillermo sobre algunos tipos de plantas medicinales.

En este capítulo Guillermo de Baskerville y Adso de Melk conocen a Severino, el monje herbolario:

Primer día

HACIA NONA

Donde Guillermo tiene un diálogo muy erudito con Severino el herbolario.

(…) En verano o en primavera, con la variedad de sus hierbas, adornadas cada una con sus flores... Pero incluso en esta estación el ojo del herbolario ve a través de las ramas secas las plantas que crecerán más tarde, y puedo decirte que este huerto es más rico que cualquier herbario, y más multicolor, por bellísimas que sean las miniaturas que este último contenga. Además, también en invierno crecen hierbas buenas, y en el laboratorio tengo otras que he recogido y guardado en frascos.

Así, con las raíces de la acederilla se curan los catarros, y son una decocción de raíces de malvavisco se hacen compresas para las enfermedades de la piel, con el lampazo se cicatrizan los eczemas,
triturando y macerando el rizoma de la bistorta se curan las diarreas y algunas enfermedades de las mujeres, la pimienta es un buen digestivo, la fárfara es buena para la tos, y tenemos buena genciana para la digestión, y orozuz, y enebro para preparar buenas infusiones, y saúco con cuya corteza se prepara una decocción para el hígado, y saponaria, cuyas raíces se maceran en agua fría y son buenas para el catarro, y valeriana, cuyas virtudes sin duda conocéis."

En este segundo capítulo Guillermo y Severino hablan sobre los venenos y conocemos más sobre el laboratorio:

"Segundo día

MAITINES

Donde pocas horas de mística felicidad son interrumpidas por un hecho sumamente sangriento.

-¿Tienes venenos en el laboratorio? -preguntó Guillermo, mientras nos encaminábamos hacia el hospital.
-También los tengo. Pero depende de lo que entiendas por veneno. Hay sustancias que en pequeñas dosis son saludables, y que en dosis excesivas provocan la muerte. Como todo buen herbolario, las poseo y las uso con discreción. En mi huerto cultivo, por ejemplo, la valeriana. Pocas gotas en una infusión de otras hierbas sirven para calmar al corazón que late desordenadamente. Una dosis exagerada provoca entumecimiento y puede matar.

(…) El cuerpo de Venancio, lavado en los baños, había sido transportado allí y yacía sobre la gran mesa del laboratorio de Severino: los alambiques y otros instrumentos de vidrio y loza me hicieron pensar (aunque sólo tuviese una idea indirecta del mismo) en el laboratorio de un alquimista. En una larga estantería fijada a la pared externa se veía un nutrido conjunto de frascos, jarros y vasijas con sustancias de diferentes colores.

-Una hermosa colección de simples -dijo Guillermo-. ¿Todos proceden de vuestro jardín?

-No -dijo Severino-. Muchas sustancias, raras y que no crecen en estas zonas, han ido llegando a lo largo de los años, traídas por monjes de todas partes del mundo. Tengo cosas preciosas y rarísimas, junto con otras sustancias que pueden obtenerse fácilmente en la vegetación de este sitio. Mira…alghalingho pesto, procede de Catay, me la dio un sabio árabe. Aloe sucotrino, procede de las Indias, óptimo cicatrizante. Ariento vivo, resucita a los muertos, mejor dicho, despierta a los que han perdido el sentido. Arsénico: peligrosísimo, un veneno mortal para el que lo ingiere. Borraja, planta buena para los pulmones enfermos. Betónica, buena para las fracturas de la cabeza. Almáciga, detiene los flujos pulmonares y los catarros molestos. Mirra

-¿La de los magos? –pregunté.

-La de los magos, pero aquí sirve para evitar los abortos, y procede de un árbol llamado Balsamodendron myrra. Esta otra es mumia, rarísima, producto de la descomposición de los cadáveres momificados, y sirve para preparar muchos medicamentos casi milagrosos. Mandrágora officinalis, buena para el sueño...

-Y para despertar el deseo de la carne -comentó mi maestro.

-Eso dicen, pero aquí no se la usa de esa manera, como podéis imaginar - sonrió Severino-. Mirad esta otra -dijo cogiendo un frasco-, tucia, milagrosa para los ojos.

-¿Y ésta qué es? -preguntó con mucho interés Guillermo tocando una piedra apoyada en un estante.

-¿Esta? Me la regalaron hace tiempo. La llaman lopris amatiti o lapis ematitis. Parece poseer diversas virtudes terapéuticas, pero aún no las he descubierto. ¿La conocéis?

-Sí -dijo Guillermo-. Pero no como medicina. Extrajo del sayo un cuchillito y lo acercó lentamente a la piedra. Cuando el cuchillito, que su mano desplazaba con mucha delicadeza, estuvo muy cerca de la piedra, vi que la hoja hacía un movimiento brusco, como si Guillermo hubiese perdido el pulso, cosa que no era posible, porque lo tenía muy firme. Y la hoja se adhirió a la piedra con un ruidito metálico.

-¿Ves? -me dijo Guillermo-. Atrae el hierro.

-¿Y para qué sirve?

-Para varias cosas que ya te explicaré. Ahora quisiera saber, Severino, si aquí hay algo capaz de matar a un hombre.

Severino reflexionó un momento, demasiado largo diría yo, dada la nitidez de su respuesta:

-Muchas cosas. Ya te he dicho que el límite entre el veneno y la medicina es bastante tenue, los griegos usaban la misma palabra, pharmacon, para referirse a los dos.

En este siguiente capítulo capítulo se habla sobre un frasco que contiene la sustancia que creen que usaron para impregnar las hojas del libro y envenenar a todo aquel que pase sus hojas con el dedo humedecido en saliva.

Umberto Eco escribió a un amigo biólogo para que le dijese un fármaco con capacidad para absorberse por la piel al tocarlo, al decirle que no conocía ninguno, decide que el pigmento negro en los dedos y ápices de lenguas de los muertos es la sustancia viscosa y amarillenta robada en el hospital de la abadía:

"Cuarto día

LAUDES

Donde Guillermo y Severino examinan el cadáver de Berengario y descubren que tiene negra la lengua, cosa rara en un ahogado. Después hablan de venenos muy dañinos
 y de un robo ocurrido hace años

-El universo de los venenos es tan variado como variados son los misterios de la naturaleza -dijo. Señaló una serie de vasos y frascos que ya habíamos tenido ocasión de admirar, dispuestos en orden, junto a una cantidad de libros, en los anaqueles que estaban adosados a las paredes-. Como ya te he dicho, con muchas de estas hierbas, debidamente preparadas y dosificadas, podrían hacerse bebidas y ungüentos mortales. Ahí tienes: datura stramonium,
belladona, cicuta… pueden provocar somnolencia, excitación, o ambas cosas. Administradas con cautela son excelentes medicamentos, pero en dosis excesivas provocan la muerte.

-¡Pero ninguna de esas sustancias dejaría signos en los dedos!

-Creo que ninguna. Además hay sustancias que sólo son peligrosas cuando se las ingiere, y otras que, por el contrario, actúan a través de la piel. El eléboro blanco puede provocar vómitos a la persona que lo coge para arrancarlo de la tierra. La ditaína y el fresnillo, cuando están en flor, embriagan a los jardineros que los tocan, como si éstos hubiesen bebido vino. El eléboro negro provoca diarreas con sólo tocarlo. Otras plantas producen palpitaciones en el corazón, otras en la cabeza. Hay otras que dejan sin voz.

(…) -Sabes mucho de venenos -observó Guillermo con un tono que parecía de admiración.

Severino lo miró fijo, y sostuvo su mirada durante unos instantes:
-Sé lo que debe saber un médico, un herbolario, una persona que cultiva las ciencias de la salud humana.

(…) Reconozco que tampoco yo lograba imaginarme a Venancio o Berengario dispuestos a comerse o beberse una sustancia misteriosa que alguien les hubiera ofrecido. Pero la rareza de la situación no parecía preocupar a Guillermo.

-En eso ya pensaremos más tarde -dijo-. Ahora quisiera que tratases de recordar algún hecho que quizás aún no has traído a tu memoria, no sé, que alguien te haya hecho preguntas sobre tus hierbas, que alguien tenga fácil acceso al hospital…

-Un momento. Hace mucho tiempo, hablo de años, lo guardaba en uno de estos estantes una sustancia muy poderosa, que me había dado un hermano al regresar de un viaje por países remotos. No supo decirme cuáles eran sus componentes. Sin duda, estaba hecha con hierbas, no todas conocidas. Tenía un aspecto viscoso y amarillento, pero el monje me aconsejó que no la tocara, porque hubiese bastado un leve contacto con mis labios para que me matara en muy poco tiempo. Me dijo que, ingerida incluso en dosis mínimas, provocaba al cabo de media hora una sensación de gran abatimiento, después una lenta parálisis de todos los miembros, y por último la muerte. Me la regaló porque no quería llevarla consigo. La conservé durante mucho tiempo, con la intención de someterla a algún tipo de examen. Pero cierto día hubo una gran tempestad en la meseta. Uno de mis ayudantes, un novicio, había dejado abierta la puerta del hospital, y la borrasca sembró el desorden en el cuarto donde ahora estamos. Frascos quebrados, líquidos derramados por el suelo, hierbas y polvos dispersos. Tardé un día en reordenar mis cosas, y sólo me hice ayudar para barrer los potes y las hierbas irrecuperables. Cuando acabé, vi que faltaba justo el frasco en cuestión. Primero me preocupé, pero después me convencí de que se había roto y se había mezclado con el resto de los desperdicios. Hice lavar bien el suelo del hospital, y los estantes…

(FUENTES: Eco U. El nombre de la rosa. Barcelona: Editorial Lumen; 1985, Eco U. Apostillas a El nombre de la rosa. Barcelona: Editorial Lumen; 1985, Lizarraga, Rafael de Boticas monásticas benedictinas. 1963)

lunes, 14 de marzo de 2016

'Examen de boticarios' de Fray Esteban de Villa



Retomo la senda de las entradas dedicadas a la historia de la farmacia hablando sobre la obra 'Examen de boticarios' de 1632, una de las más antiguas fuentes de formación de los antiguos boticarios escrito por Fray Esteban de Villa, que fue administrador de la botica del Hospital Real de S. Juan de Burgos.
Empieza su obra diciendo que muchos autores escriben sobre medicamentos, pero ninguno hace un libro para que los nuevos boticarios aprendan y se formen mejor.



Divide su obra en tres partes:

A)PRIMERA PARTE: 

En su primer capítulo habla de los libros que ya hay escritos como los antidiotarios, tratados de simples de griegos como Dioscórides y Galeno, árabes como Joannes Mesue y Avicena, y latinos como la Farmacopea del Colegio de Boticarios de Zaragoza (1546) y la Farmacopea del Colegio de Boticarios de Valencia (1603). 

En su segundo capítulo recomienda los libros que deben de tener los boticarios en sus boticas: 

‘De compositionen medicamentorum’ de Nicolao, 'Serapion de simples', ‘Tratado del libro de simples’ de Avicena, 'Cometos' de Mathiolo, y los dos libros de plantas en que Esteban de Villa se basa para la elección de expurgantes en general y su preparación: 'Prefacion de Dioscórides' y los 'Cánones o reglas de Mesue'.




+’De materia médica' de Dioscórides: 
sobre todo se basa en Prefacion, el primer libro sobre las plantas, que trata de la recolección y conservación de las mismas. El boticario necesita saber no sólo de forma teórica, sino también de forma práctica, cómo y cuándo recoger plantas, raíces, flores y frutos para que conserven todas sus propiedades.

+’Los Cánones o Reglas’ de Mesue:
propone unas reglas para la elección de los simples: por la sustancia, el tacto, el olfato, el sabor, el color, el lugar, la vecindad, su número y cantidad.

En otros capítulos, propone unas reglas para la preparación de medicamentos: por decocción, lavación, infusión o leve ebullición, y trituración.
En cada capítulo habla pormenorizadamente de cada una de las reglas que he enumerado anteriormente.


B)SEGUNDA PARTE: habla sobre la elección y conservación de simples y sus preparaciones, también trata la confección de medicamentos compuestos.



C)TERCERA PARTE: habla aquí sobre las pesas y medidas, la actualización de los medicamentos que usaban en esa época los boticarios, y termina con la resolución de dudas planteadas por boticarios en la elaboración de los compuestos más usuales.


Esteban de Villa hace hincapié en la necesidad de formación del boticario y en la importancia de los conocimientos sobre la terapéutica vegetal, básico para el boticario que quiera usar las plantas en las preparaciones medicinales.


(FUENTES:
Mar Rey Bueno, Universidad Complutense de Madrid; ejemplar 'Examen de boticarios' de Fray Esteban Villa (1632) de la Biblioteca de la Real Academia Nacional de Farmacia)

lunes, 19 de octubre de 2015

Una farmacia del S.XIX: Farmacia Eiras Puig en Pontevedra

En el año 1872 abrió sus puertas una farmacia en la Plaza de Las Verduras de la ciudad de Pontevedra que conserva el aspecto de sus inicios, la Farmacia Eiras Puig, llamada así por su fundador Enrique Eiras Puig.

Posteriormente regentaron la farmacia varias personas, entre otros el ex alcalde de Pontevedra, Augusto García Sánchez, y el sobrino de Eiras Puig, Antonio Puig Gaite, que se hizo cargo de la botica hasta 1984.
Hoy en día el titular de esta farmacia es José Luis Domínguez Gómez, adquirida ese mimo año 1984.
En vez de modernizarla decidió preservar el encanto, la estética y el mobiliario que tenía cuando se abrió.
Conservó muchos de los frascos de cristal, albarelos, orzas y envases antiguos de medicamentos que había en la farmacia,usándolos como decoración en las estanterías.
Tuve la oportunidad de charlar con Rogelio,  auxiliar durante más de 35 años en la misma farmacia, y descubrir que estuvieron a punto de deshacerse de todo el mobiliario que finalmente conservaron.


El envase de cristal es de los más antiguos de la farmacia


La entrada de la farmacia conserva las puertas originales y sus cerraduras antiguas.


Al entrar llama mucho la atención la pintura que hay en el centro del techo  y que representa a una mujer semidesnuda acompañada de un grupo de ángeles y motivos florales y en donde puede leerse "Ars cum natura ad salutem conspirans" (El arte colaborando con la naturaleza en pro de la salud).




El suelo de la entrada es el azulejo original; el mostrador de madera y mármol; una balaustrada de madera que delimita la zona donde llegan los pacientes y la zona donde el farmacéutico dispensa los medicamentos. Justo ahí, el suelo es de madera y se encuentra otra mesa de similar estilo, en el medio de la farmacia.

Las estanterías, pintadas en colores claros, cubren todas las paredes de la farmacia y están repletas de los frascos, albarelos, orzas y envases antiguos de medicamentos.


                                                                                               
 




Pesas, morteros, termómetros, una báscula y otros instrumentos para elaborar las fórmulas magistrales llenan los rincones de esta botica. Entre los albarelos y tarros, nos encontramos con medicamentos que van desde principios de siglo XX hasta finales del mismo.




Me contaban amablemente Jose Luis y Rogelio que antiguamente todo el trabajo del farmacéutico se llevaba a cabo en la rebotica, preparando toda clase de medicamentos: pomadas, ungüentos, elixires o jarabes, razón por la cual la rebotica era mucho más grande que la que se conservaba ahora tras las obras que hubo en el inmueble.

Como curiosidad, añadir, que en esta farmacia en el año 1982, se grabaron en su interior algunas de las escenas de la serie televisiva "Los gozos y las sombras", y años más tarde se filmó un cortometraje sobre Castelao.


(FUENTES:  José Luis Domínguez Gómez y Patrimonio Galego)

martes, 30 de junio de 2015

Farmacia Couceiro Serrano, la más antigua de Galicia

Llega el verano y el calor, días de piscina y playa, así que después de aplicaros bien vuestra protección solar y mientras os tomáis algo en el chiringuito, podéis leer en el blog sobre la farmacia más antigua de Galicia y una de las más antiguas de España.

En la Farmacia Couceiro no hay expositores, mantiene la decoración tradicional de finales de 1800. La parte de delante es de cerezo, la de atrás es de castaño de corte neoclásico, con los capiteles de la época de cerezo con oro de ley y una ornamentación a base de maderas nobles, destacando sobre todo el numeroso "Botamen" que fue empleado en la farmacia. La antigüedad de los utensilios hace de esta farmacia un auténtico museo.

(María Sánchez Martínez, titular de la Farmacia)

La farmacia durante estos tres siglos siempre estuvo ubicada en el mismo lugar, en el número 8 de la calle Plateros, y por sus mostradores empezando por Alonso Bermúdez de Castro, han desfilado ya nueve generaciones de la misma familia. 


El primer documento que hace referencia a la Farmacia Couceiro de Betanzos data de 1719, dicho documento trata de un pleito entre dos farmacéuticos de la época, en donde se habla de la existencia de una “oficina de boticario”. Aunque entre los recibos que existen de ese pleito, hay dos que hacen pensar que la botica funcionaba antes de 1719.

A finales del siglo XVIII se hace la primera reforma y se compra nuevo material para la farmacia, y en el siglo XIX sufre de nuevo varias modificaciones entre ellas un laboratorio de Cremor (sal potásica del ácido tartárico ordinario que era usado como purgante de afecciones inflamatorias) que instala D. Cosme Antolín Serrano. 

Dr. Fermín Couceiro Serrano crea un laboratorio anejo destinado a la elaboración y venta de específicos medicinales en 1907. Inventó la Pomada de fuego de uso exclusivo en el campo veterinario, ya que se utilizaba en caballos y en ganado vacuno para ciertas enfermedades propias de la raza.


Luego en 1924 su hijo Dr. Jesús Couceiro Núñez registra dicho laboratorio como Laboratorios HUEL. Estas sustancias, de libre dispensación, estaban destinadas a calmar síntomas generales como fiebre, reumatismo, desarreglos de la mujer, sin tener que ir al médico. En los Laboratorios HUEL se producían vinos, jarabes, linimentos, aceite de hígado de bacalao,…

Los vinos según la Farmacopea Española de la época es “un líquido complejo, resultado de la fermentación alcohólica del zumo o mosto de uvas frescas, maduras, bien conservadas y sin adición de materias extrañas”:


-Vino de quina: se usaba para síntomas generales de varias enfermedades como inapetencia, convalecencia, y fiebres disentéricas.
 

-Vino de quina ferruginoso: según la Farmacopea Española indicada en el “empobrecimiento de la sangre y enfermedades de la mujer”.

-Vino de peptona dosificado: en donde la peptona se obtenía de la carne de vaca. La Farmacopea Española recomendaba hacerlo con vino de Málaga. Se usaba para dispepsias y favorecer la digestión.
 

-Vino iodo-tánico: su posología era una copita antes de las comidas.


Los jarabes que son aquellas sustancias azucaradas, viscosas, que en general eran soluciones concentradas de azúcar en agua:

-Jarabe de rábano yodado: se usaba como tónico reconstituyente.

-Jarabe de lactato fosfato de cal: compuesto por una solución de bifosfato de cal, azúcar y agua. Se recomendaba como tónico para enfermedades óseas.

-Jarabe iodo-tánico fosfatado: indicado para raquitismo, anemia y enfermedades de la piel.

Otros remedios:

-Pectoralinasu base era el jarabe fosfato de cal (considerado reconstituyente), thiocol (modifica la expectoración y mejora la tos), benzoato de sosa (que fluidifica las secreciones), dionina (calmante de la tos) y acónito (agente vasoconstrictor en congestiones pulmonares).



-Emulsión de Huel: de aceite de hígado de bacalao con hipofosfitos: servía para aumentar el apetito.

-Linimento Huel: era cloroformo y tintura de eucalipto disueltos en alcohol. Para neuralgias, gota y calambres.

-Derma Huel: jabón con azufre para la curación de la sarna.


La farmacia hoy en día, está regentada por María Sánchez Martínez que hereda la farmacia de su tía Dr. María Luisa Couceiro Seoane que no tiene hijos. María Sánchez entonces, al ser la mayor de sus hermanos estudia la carrera, y aunque al principio no le convencía mucho, con el paso de los años empezó a disfrutar de la profesión y reconoce que ahora es su auténtica pasión. 
En la actualidad siguen elaborando fórmulas magistrales, cremas y pomadas para tratamientos dermatológicos, y también cápsulas, soluciones y jarabes.


(FUENTE: Anuario Brigantino, ‘Aproximación a la historia de la Farmacia Couceiro Serrano) (FOTOS cedidas por María Sánchez, titular de la Farmacia Dr. Couceiro y por el médico Carlos M. Fdez)

lunes, 9 de marzo de 2015

Edicto de Salerno y primera farmacia en Alemania

En 1240, el emperador Federico II de Hohenstaufen promulgó el Edicto de Salerno, unas Nuevas Constituciones Medicinales para el gobierno de la isla. Estas Constituciones son hoy unánimemente aceptadas como la Carta Magna de la Farmacia y en ellas tuvo su origen la farmacia que existe hoy en día.

Además de regular la profesión médica, prohíbe a los médicos bajo la amenaza de duras sanciones, fabricar o vender drogas. Se produce la separación de la profesión médica y la farmacéutica, tanto en la división de trabajo, la ética profesional y en el aspecto comercial. 
Se reconoce el ejercicio de la farmacia y se exige para practicarlo un arte especial que pudiera garantizar a los pacientes una cierta calidad de los medicamentos. Así se evita la confusión en cuanto a la potencia de los medicamentos y la calidad de las drogas.
En las antiguas boticas medievales sólo se manipulan los productos minerales, animales y vegetales para elaborar los medicamentos. Surge la necesidad de recopilar las normas de composición y preparación de los medicamentos, y que va dar origen a las Farmacopeas.


Es en ese momento, cuando se crea en Trier (Rheinland-Pfalz) Alemania, un acta de donación (que se conserva en el archivo municipal de esa ciudad) de la casa adyacente del monasterio de las monjas cistercienses de Santo Tomás, y que se convertirá en la primera prueba de una farmacia en Alemania.
En una vitrina de esta farmacia, hay un facsímil de ese documento oficial de 1241, donde se menciona por primera vez a la farmacia: "apotecam meam sitam super fassatum in Civitati Treverensi cum domo adiacente et eidem attinente".


(Foto: Deutsche Apotheker Zeitung (DAZ))


Unos documentos de 1531 y 1532, también demuestran que la farmacia se encontraba todavía en posesión de las monjas del monasterio de Santo Tomás, las cuales vendían sus propias hierbas y medicinas.

(Foto: @pharmama)

La fachada sencilla y clásica de la Löwen-Apotheke data de 1649, fue gravemente dañada en la II Guerra Mundial, siendo en 1952 restaurada totalmente. En 1966 vuelve a restaurarse proporcionado un nuevo diseño de interiores.

(Foto: @manumontilla2)


(Foto: @pharmama)

Desde 1660, la farmacia se encuentra en manos de la misma familia. Y así, la "apoteca sita super fossatum" se convirtió en la farmacia "uf dem graben hinter dem Marckbronnen" (1649), llamándose posteriormente "Apotheke zum Einhorn". 
A mediados del siglo XIX, el nombre cambió a "Schmiz'sche Apotheke", y ya en 1890 se convirtió en la "Löwen-Apotheke". 

En 1997 se hizo cargo de la farmacia la Dr. Elisabeth Schmiz. Después, en el año 2012 se hace una gran reforma de la farmacia, pero con un requisito, mantener la zona dedicada a museo con vitrinas y paneles en la pared con datos históricos de la farmacia.





(Fotos: Deutsche Apotheker Zeitung (DAZ))


Hoy en día es regentada también por el Dr. Max Schmiz, perteneciendo a la lista de monumentos  que se pueden ver en la histórica ciudad de Trier.


(FUENTES: 'Reingeniería farmacéutica: principios y protocolos de la atención al paciente'; Marcelo Daniel Peretta. Apotheke adhoc: @ApothekeAdhoc. Die Älteste...Umbau der Löwen-Apotheke in Trier: Wie sich Tradition, Design und High-Tech verbinden; Peter Ditze, Deutsche Apotheker Zeitung (DAZ))