jueves, 14 de febrero de 2013

La fiebre y sus causas

Como mecanismo de defensa del organismo frente a los agentes patógenos o como síntoma evidente de la existencia de una enfermedad de fondo, la fiebre, antes de ser tratada, debe ser previamente estudiada para averiguar cuál es su etiopatogenia y acertar con la terapia.
Ello exigirá realizar una minuciosa entrevista con el paciente, con la que se podrá dilucidar cuáles son las causas desencadenantes del proceso febril. Forma de aparición, temperatura alcanzada, duración, síntomas asociados, etc. son algunas de las preguntas que el propio
farmacéutico puede formular en la oficina para actuar en consecuencia y derivar al paciente al médico si es necesario.

La fiebre se produce por la estimulación de las neuronas termosensitivas, situadas en el hipotálamo anterior, encargadas de la termorregulación del organismo. El aumento de temperatura es un proceso que inician ciertas sustancias o moléculas cuya acción favorece la síntesis local de prostaglandinas (PGE 2), que a su vez activan el metabolismo celular de las neuronas situadas en el centro termorregulador.
En líneas generales se puede afirmar que un proceso febril es un síntoma de etiología multifactorial, puesto que puede estar causado bien por las estructuras de determinados
microorganismos, como los virus, las bacterias y los hongos que actúan sobre el centro cerebral de la termorregulación, o bien puede ser una reacción del propio sistema inmunológico. No obstante, también es cierto que existen algunos cuadros febriles todavía de origen desconocido.

Lo primero que hay que saber sobre la fiebre antes de tratarla es diferenciar entre febrícula, fiebre e hipertermia.


La febrícula comprende entre los 37,4 y 38 grados; la fiebre, entre los 38 y los 40, y la hipertermia, cuando el enfermo supera los 40 grados de temperatura.
Las enfermedades asociadas a la hipertermia son aquéllas en las que el pirógeno (causante del aumento de la temperatura) pasa al torrente sanguíneo; es el caso de la meningitis o las fiebres hemorrágicas. 

La gripe, la faringoamigdalitis bacteriana y la fiebre tifoidea son las que cursan con procesos febriles entre los 38 y 40.
En cambio, la febrícula, de menor importancia, puede estar asociada a determinadas situaciones como el periodo menstrual, la práctica de ejercicio intenso, algunos estados catarrales, etc. Los expertos coinciden en que ante la febrícula, lo mejor es hacer un seguimiento y ver su evolución, puesto que en la mayoría de los casos no está motivada por una causa patológica y es autolimitada.

La fiebre tiene un tiempo de evolución:
Fiebre de corta duración: menos de dos semanas y con carácter autolimitado. La mayor parte de los casos tienen un origen infeccioso.
Intermedia: se mantiene durante dos o tres semanas.
Prolongada: cuando la fiebre es superior a los 38 grados y dura más de tres semanas. En algunas ocasiones se desconoce su origen.


Según la curva térmica se puede distinguir entre:
Remitente: la temperatura va descendiendo pero nunca llega a alcanzar valores normales. Suele tener corta duración y solución espontánea. Normalmente está asociado a un proceso benigno autolimitado, como ocurre con muchas infecciones víricas.
Intermitente o fiebre en picos: se caracteriza porque la temperatura alcanza cada día valores normales. Los periodos de apirexia pueden ser de horas o días, incluso semanas. Suele estar asociado a un foco infeccioso que libera gérmenes o toxinas de forma regular o irregular, a veces favorecida por manipulaciones externas.


Tienes que saber:

  1. En reposo, la temperatura normal está comprendida entre 36 y 37,4 grados.
  2. La temperatura corporal varía según dónde se realice la toma. Si se haceen la axila suele ser de 36,2 grados; en la boca, de 36,8 y en el recto, de 37,2.
  3. Se considera fiebre cuando se alcanzan los 37,4 grados en la axilas, los 37,8 en la boca, y 38 en el recto. Hay que tener en cuenta que la fiebre aumenta alrededor de 1,5 grados a medida que avanza el día.
  4. Después de un esfuerzo físico intenso o durante el ciclo menstrual la temperatura corporal puede variar unas décimas.
Descartados los casos de derivación y confirmada la posibilidad de que puede recomendar un tratamiento farmacológico,los medicamentos de elección para combatir los estados febriles son el paracetamol, el ácido acetilsalicílico y el ibuprofeno, también indicados para tratar los dolores asociados a la fiebre.
  • El ácido acetilsalicílico ha sido hasta hace pocos años el que más se ha empleado, aunque debido a sus efectos secundarios se está sustituyendo por el paracetamol (o el ibuprofeno). Así, algunos pacientes tratados con ácido acetilsalicílico presentan alteraciones gastrointestinales, reacciones de hipersensibilidad y alteraciones de la función plaquetaria. Además, su ingesta está relacionada con el síndrome de Reye, que suele afectar a menores de 15 años, por lo que algunos médicos no recomiendan su ingesta en este grupo de población para evitar riesgos.
  • El paracetamol es el antitérmico más empleado en España, siendo su metabolito, el acetoaminofeno, el más recomendado en Estados Unidos. Su aplicación puede ser por vía oral, rectal o parenteral, y la dosis dependerá de la edad del paciente y de la severidad del cuadro febril. En los adultos habitualmente se emplean de uno a dos gramos cada ochohoras, aunque a dosis de 500 mg. también puede conseguirse un efecto antitérmico. Tiene metabolismo hepático y propiedades analgésicas.
  • El ibuprofeno presenta un cuadro similar de reacciones adversas al del ácido acetilsalicílico, pero más leves, por lo que se usa si hay alergia al paracetamol.

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