Uso y abuso: las dos caras de los antibióticos:
La introducción de los antibióticos en el arsenal terapéutico para el tratamiento de las enfermedades infecciosas ha supuesto uno de los grandes hitos de la historia de la Medicina. Sin embargo, son muchos los errores y las falsas creencias que giran en torno a su utilización, provocando un consumo excesivo e injustificado y generando las temidas resistencias. Por eso, las campañas de educación del Ministerio de Sanidad e incluso de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el uso racional de los medicamentos pretenden concienciar a la población de que la fiebre no es sinónimo de infección y que no siempre su etiología es bacteria; que tomar antibióticos no es una forma correcta de prevenir la infección, y que los antibióticos no deben formar parte de los botiquines caseros.
Resistencias:
La otra cara de los antibióticos la conforman las resistencias de los microorganismos a estos fármacos, calificadas por los microbiólogos como un problema preocupante para la salud pública. Se trata de un fenómeno muy frecuente, en continua evolución y que afecta a un número importante de antibióticos.
Solicitud sin receta:
Cuando un paciente solicita un antibiótico sin presentar receta pueden adoptarse dos posturas. Por un lado, puede realizarse un breve cuestionario mientras se acude a por el antibiótico, con preguntas como “¿Es para usted?” o “¿Qué problema padece?”. Si aun así no se reúne información, hay que preguntar si el médico recetó el antibiótico, con lo que el usuario percibirá un interés por su salud y no sólo por cumplir un requisito legal.
Si el usuario pretende tomar el antibiótico por decisión propia, no hay que dispensarlo. En su lugar, se averiguará qué problema de salud padece. Ante una enfermedad que no requiera antibióticos, el farmacéutico informará al usuario y podrá recomendar fármacos alternativos.
Si todo apunta a que el usuario sí necesita un antibiótico, hay que insistir en que el médico es el único capacitado para diagnosticarle, saber si necesita un antibiótico y cuál es el más adecuado, y que es imposible saltarse ese paso.
Sólo se dispensará cuando exista constancia de que se trata de una continuación del tratamiento, al haber dispensado en la oficina el primer antibiótico y durar la terapia más tiempo del indicado en la receta. En este caso se dispensará el antibiótico para que no se interrumpa el tratamiento, aunque el usuario debe llevar la receta a la farmacia lo antes posible, y sería recomendable, incluso, contactar con el médico para evitar que esto se repita en el futuro. Si el farmacéutico accede finalmente a dispensar el antibiótico, no olvidará preguntar al paciente si es alérgico a ese fármaco: si posteriormente surgiera algún problema él será el único responsable.
Efectos
secundarios y adversos:
Hablar al paciente de los efectos secundarios puede inducirle al incumplimiento por lo que, aunque le ofrezcamos información al respecto, es aconsejable no insistir en exceso.
Sí se le podemos sugerir que, si sufre diarrea ligera, lleve una dieta astringente (puede contarse con un folleto explicativo sobre este tema) y que, si es más intensa, acuda al médico. Podemos recomendar probióticos lácteos, con concentraciones de 1010 microorganismos (aunque sólo tiene efecto protector en el 10 por ciento de los que lo usan) o los probióticos de farmacia, que con su función de complemento o suplemento de la flora intestinal ofrecen un mayor refuerzo.
Otro efecto son las infecciones fúngicas en boca y vagina, producto de la alteración de la ecología del cuerpo.
Más información en Portalfarma (Organización farmacéutica colegial).
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